CONCURSO DE LENCERIA
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A mediados del s. XVIII los corsés volvieron a ser el centro de la moda en tanto se hacía la transición hacia los famosos corsés victorianos. Contrario a las comunes concepciones acerca de los corsés victorianos, no todas las mujeres apretaban sus corsés al extremo y mucho menos a diario. Tampoco removían sus costillas quirúrgicamente, ni les provocaba tuberculosis, ni les dañaba la columna. Sin embargo, el continuo uso del corset extremadamente ajustado, les podía llegar a deformar la cavidad pulmonar, y provocar el desplazamiento de órganos. Las damas de la alta sociedad se reservaban el “tight lacing” para eventos formales tales como bailes o reuniones sociales. Y en estos momentos era cuando, si se excedían, les podría ocasionar desmayos (por la reducción de la caja torácica que privaba a los pulmones de recibir el aire necesario).
Después de la segunda guerra mundial, las mujeres reaccionaron unidas contra la exigencia de resaltar el busto y las caderas, la igualdad entre los sexos se convirtió en una demanda femenina pero el resultado fue que las damas se masculinizaron y hacían esfuerzos por parecerse más y más al hombre. El pelo se acortó, las formas se alisaron, las caderas se disimularon y toda protuberancia inquietante que pudiera interferir en la diferenciación se ocultaba. La moda duro poco y las damas retomaron de nuevo la costumbre de destacar sus formas en relación con la caída de una cantidad de tabúes sexuales.
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